lunes, 31 de marzo de 2025
martes, 25 de marzo de 2025
Heidelberg
Una de las mejores vistas de la primera ida a Alemania. En la foto se ve su barrio antiguo y el río Neckar cruzado por el Karl-Theodor-Brücke (o tambien llamado Alte Brücke, o literal, "antiguo puente") que data de 1788 y es el noveno de una serie de puentes construidos en el mismo lugar a través de la historia. Lugar turístico por siglos. Y suerte que había sol.
sábado, 22 de marzo de 2025
Ya fue...
Una foto del Hotel O'Higgins del año 2016. Volví a ir a Viña hace poco y, la verdad, preferí ni ir a mirar cómo está ahora. Pero el resto lo vi bien. O sea, casi casi como antes del bicho y la crisis y toda esa mierda. Quedó pendiente ir al parque de la Quinta a ver cómo está ahora. Supe que terminaron de restaurar todo lo que tenían tapado, pero me faltó tiempo.
sábado, 15 de marzo de 2025
Dejar candados en los puentes...
Es tan... no sé. No te niego que podría llegar a ser bonito y romántico según el caso. Y hasta conveniente, si no se vive ahí. Digo, en caso que el proyecto falle, ese candado que pusiste con tanta fe no es algo que necesariamente vayas a volver a ver. Desconozco cuál fue el primer puente al que le empezaron a colgar candados, idea que empezaron a copiar en todos lados. Pero en fin, no te niego que es un lindo puente. O, al menos, tiene una muy buena vista del Main. Es que ya a las 5 de la tarde casi no quedaba luz.
El Eiserner Steg, puente peatonal a la salida del centro de Frankfurt.
El Algospeak
Primera vez que veo que alguien en YouTube le hace específicamente un video a un tema que ha estado presente por bastante rato en este último tiempo y del que se habla menos de lo que debería.
Soy de los que comenzaron a usar Internet en épocas de la "navegación". Un navegador web con el que, buscando, podíamos recorrer un campo abierto. Toda esa experiencia ya casi no existe más. Casi todo el uso de Internet que hacemos hoy en día, a diferencia de hace dos décadas, lo hacemos en esta suerte de corralitos seguros llamados redes sociales. Y fue tanta la costumbre que, aunque aún existe allá afuera ese "mundo abierto" y todavía se podría usar la web tal como hace dos décadas, la comodidad y la costumbre de las redes sociales nos mantienen dentro. Ya los más jóvenes no buscan en Google una receta o la forma de usar un aparato que no conocen. Lo encuentran anticuado. Así que van a TikTok, Instagram o YouTube, piensan menos y lo consumen digeridito. Pues bien, estas plataformas tienen sus propias reglas de conducta y determinan a quien se le permite el uso y a quien no. Y hacen cumplir estas reglas en base a procedimientos integrados en sus respectivos algoritmos, con el poder para decidir por sí mismos qué publicaciones promover y que publicaciones esconder, sin que ningún humano les diga si están bien o si están cometiendo algún error. Bueh, hasta que se equivocan y borran injustamente publicaciones completas.
Hasta ahora creo que no estoy contando nada nuevo.
Pero es tal de enorme la cantidad de usuarios, que ningún staff humano daría abasto. Por ello, la moderación del contenido es necesariamente hecha con sistemas automáticos. Sistemas que, casi siempre, se basan en detectar palabras prohibidas no importando el contexto. De inteligentes... nada. Se limitan a cruzar palabras con una lista negra. Son brutos. Recontra brutos. Al "algoritmo" le da lo mismo no dar circulación a las publicaciones con la palabra "muerte" si están en el texto de una publicación informando el fallecimiento de un ser querido, o en un video en donde cuento lo que soñé anoche, o en otra publicación promoviendo el suicidio. Y ni hablemos de esa última palabra. Temas que son naturales en la vida del ser humano y que, por tanto, su comunicación debería ser natural, como temas de hábitos sexuales o prevención de conductas de riesgo en la población, son tapados o desrrankeados por las grandes redes sociales. Claro, a menos que se use algún tipo de eufemismo o alguna forma de codificar o camuflar términos asociados, con tal de burlar la censura automática. Y aquí entra la jerga que, no tenía idea que tuviera nombre, pero sí, es tan omnipresente que le han dado uno y hasta tiene artículo en la Wikipedia (aunque todavía no en español): el Algospeak. Y consiste en precisamente esto, la ofuscación de términos en las redes sociales para burlar censuras, shadowbaneos o payasadas varias. Y ahí nacieron frases típicas del social media cotidiano como "el delicioso", "se dessuscribió de su propio canal", "el señor de bigote chistoso", etcétera. Incluso, no relacionadas a términos cuestionados, sino para tapar temas controvertidos en el ámbito social o político o, increiblemente tonto pero del día a día, poder referirse a plataformas rivales, como los youtubers que evitan decir "Twitch" y lo reemplazan por "el YouTube morado". Hasta para eso.
Una jerga que parece chistosa pero que no lo es, y a la que tuve que recurrir siempre. En donde aparecen niños (que, convengamos, eran los réclames que veíamos cuando chicos en la tele) les va súper mal. Que sea material de hace 30 años y que esos niños que aparecían en pantalla sean ahora adultos, le da igual. Y no se puede mencionar el término "escolares", "niños" o peor aún, "niñas", porque la censura del algoritmo es tan bruta que lo asocia a posibles abusos contra menores y sencillamente no se promueven. Aunque el estado de la cuenta nos diga que está todo bien. Y era un simple comercial de un chocolate o de un yoghurt. En serio. Así que hay que hablar de "brocacochis", de "las bendis", del "delicioso", "el canal de allá arriba", etecé.
Así como vamos, las redes prefieren, en vez de dar lugar a espacios en donde potencialmente se puedan tratar constructivamente temas importantes, simplemente hacer como que de eso no se habla. Y todo porque a la red social de turno le vale más evitarse problemas rápido, sin usar mucho el seso, que, digamos, tener una moderación mejor pensada. ¿Se necesita una moderación? Por supuesto. ¿Es suficientemente inteligente lo que ahora existe? Ni a palos.
Los gringos tenían un invento que intentó abrirse paso en las instalaciones caseras de tele de allá: el "TV Guardian". Era una maquinita que se conectaba entre la antena (o la VHS) y el TV y que detectaba palabras de una lista negra, silenciando el audio y reemplazando esas palabras en los subtitulos closed-caption por su equivalente "limpio". Una tecnología de los ochentas. A ese nivel estamos. O peor, al tener nosotros que recurrir, actualmente, a una autocensura.
En serio, estamos a así de cerca de que las redes sociales que usamos a diario sean el símil de gobiernos de países herméticos, dentro de los cuales existen temas de los que no se puede hablar, y gobernados por el dueño de turno. Casi como en nuestros queridos gobiernos autoritarios del pasado.
Tiene que nacer algo mejor. Cuando eso ocurra, si es que ocurre, allá nos vemos.
martes, 11 de marzo de 2025
lunes, 10 de marzo de 2025
Esperando el S-Bahn
Había sido día de paseo en tren. Y el tema recurrente era la (im)puntualidad de los trenes. Que faltaban manos, que faltaba plata, no sé, ya no me acuerdo. Igual, aunque un par de veces se atrasó jevi y una de esas veces el tren simplemente se canceló, paseamos harto. El famoso Deutschlandticket de 50 euros al parecer era una institución. A fin de mes se hacían filas de gente afuera de las boleterias para comprarlo (aunque tambien se podia comprar por Internet, pero nada, costumbre local). Y como el tiempo que estuve calzaba casi con el mes, tate. No hay torniquetes. Nadie controla. Pero si el inspector te pilla sin ticket, multazo. Nunca vi un inspector revisando.