Cuando se fue a vivir allá, se llevó a su gata. Pensando en lo que pasó hace poco y que salió en todos lados, de esa mina a la que la aerolinea no la dejó viajar con su mascota aunque había hecho todos los trámites y había pagado todos los adicionales, fue casi pura suerte que el viaje haya salido bien. Y ni hablemos de cabina. Se fue en bodega, con todo lo malo y todo lo ingrato que eso trae. Ser tratada como a un bulto, como a una maleta. Pero llegó. Y a la cresta que todos hablen alemán allá. Ella habla gato y con eso basta y sobra. Qué práctico hablar gato... y ser gato.
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